lunes, marzo 15, 2010

La calentura del celuloide IV: El beso eterno

Corría el año de gracia de 1946 cuando Sir Alfred Hitchcock firmó para la RKO, con la que el magnate del cine David O. Selznick había negociado el paquete Hitchcock/Bergman/Grant junto con un guión casi concluido por 800000 dólares más la mitad de los beneficios recaudados en taquilla, otra de sus obras maestras: Encadenados, un delicioso "drama romántico" (según la clasificación llevada a cabo por la Production Code Administration) y nada más (ni menos) que eso. No hay nidos de espías, ni agentes infiltrados del FBI, ni bombas atómicas, ni más veneno que el corroe por dentro a Cary Grant cuando siente que está perdiendo a la Bergman, ni otras fiebres de posguerra que el amor desesperado entre Devlin y Alicia, porque a Hitchcock le importaba medio gramo de uranio que el Mac Guffin de Notorious fuese más o menos creíble, que lo que se cocía en las lúgubres bodegas de Sebastian soportase mejor o peor el peso de una trama que para él no era más que el apasionado romance que habría querido mantener con Ingrid Bergman y ella le negó repetidamente.

No restándole otra opción que asumir el rol de voyeur, peeping Hitch 1 nos brinda en este film una prodigiosa secuencia, posiblemente una de las más eróticas y sensuales de la historia del cine, rodada en una sola toma, en la que Bergman y Grant se besan, se acarician, se susurran, se muerden, se electrizan, se hacen arrumacos, se poseen y se desean, todo al mismo tiempo. Tan sólo 50 años separaban el fugaz beso de May Irwin y John C. Rice del beso eterno entre Devlin y Alicia. Además de lamentar profundamente no ser él quien explorase los vericuetos de los labios de la actriz, el maestro hubo de asumir el desafío de burlar los controles de la terca censura de la época −aquí código Hitch llamando a Hays−, que no consentían que un beso en pantalla se exhibiese durante más de tres segundos. El director ganó la partida con creces. Ingrid Bergman lo rememoraba así en sus memorias:

Un beso sólo podía durar tres segundos. Nos besamos y hablamos, nos separamos y volvimos a besarnos. El teléfono medió entre nosotros y nos trasladamos al otro lado del aparato. Fue un beso que empezaba y concluía: los censores no tuvieron motivo para suprimir la escena, porque nunca nos besábamos más de tres segundos. Hacíamos otras cosas: nos mordisqueamos las orejas y besamos la mejilla, por lo cual pareció interminable y se convirtió en la sensación de Hollywood.

El antológico beso de Encadenados (que no es uno, sino muchos y bien salpimentados) acontece en la suit de un hotel de Río de Janeiro. Comienza en la terraza, donde la cámara alcanza a los amantes casi acariciándolos con un zoom diurno y alevoso mientras planifican los pormenores de la cena, para luego perseguirlos sin cortes hasta el interior de la habitación, observarlos en escorzo en tanto el cable del teléfono −símbolo último del trío que sólo pudo acontecer en la mente del cineasta− se enreda entre sus besos y finalmente despedirlos hasta la noche, momento en que desgraciadamente el pollo cocinado por Alicia no encontrará la receptividad convenida. Lo más significativo de la secuencia, dejando de lado su carga pasional, es que es siempre Ingrid la que lleva la iniciativa amatoria porque es ella la que se ha doblegado desde el principio a los encantos del galán, en cuyo interior compiten vehementemente la química salvaje que desata en él la sueca con una profesionalidad ineluctable.

Sin embargo, no fue el obstáculo del beso el único que el film tuvo que sortear en su periplo hacia las pantallas. El guión de Encadenados hubo de ser sometido a diversas revisiones por parte de los censores de la Oficina Breen, pues la presentación que en él se hacía del personaje de Alicia como una mujer promiscua y licenciosa atentaba directamente contra el espíritu moralizante del Código Hays. Tras la presentación de la primera versión completa del guión para obtener la licencia de castidad necesaria para la exhibición del film, la RKO recibió la siguiente respuesta:

De nuevo deseamos subrayar el hecho de que antes de que esta película pueda ser aprobada, será necesario modificar las insinuaciones todavía presentes en relación a que su protagonista principal es una mujer de hábitos sexuales relajados. Esta sensación se desprende no sólo por el hecho de que en el inicio del filme se sugiere que está viviendo con un hombre, sino por las numerosas acusaciones e imputaciones que, en tal sentido, le hacen un gran número de personas a lo largo del guión y que no son negadas [...]

Incluso así, después de que Ben Hetch hubiese reescrito varias de estas polémicas escenas, el montaje final de la película fue nuevamente censurado y la RKO obligada a suprimir algunas de las más provocadoras de la secuencia de la fiesta en el apartamento de Miami, en que aparentemente Alicia mostraba aún flecos de moral disipada y comportamientos sexuales implícitos que podían hacer zozobrar al sufrido espectador.

Tras Encadenados la adorable Ingrid acabó Atormentada con Hitchcock y después marchó a Italia a rodar (por la hierba) con Rossellini, de quien concibió una hija (la también actriz Isabella Rossellini) sin haberse casado, hecho este que le cerró definitivamente las puertas de un Hollywood retrógrado y puritano hasta extremos insospechados. Hitchcock, lejos de arrojar la toalla, encontró una nueva musa rubia en la angelical Grace Kelly, princesa futura de Mónaco y sempiterna de cualquier cuento de hadas... pero esa es otra historia (y no la última, pues aún después habría de torturar con pájaros voraces y demás chantajes emocionales a Tippi Hedren).

1.En inglés la palabra hitch es un sustantivo que significa problema, dificultad o contratiempo. Al adoptar sólo la primera mitad de su apellido, Hitchcock se despojó del cock, jerga inglesa para designar al pene. Realmente Hitchcock era una auténtica polla en apuros



viernes, marzo 12, 2010

El soneto matemático (parto inverso)

La vida es ir amaneciendo inmerso
en la luz del factor que la duplica,

así al 2 la chistera ratifica
como prócer de un largo parto inverso
que va multiplicando el universo:
ya a la fuente 4 va y 8 salpica.

La vida a cada paso reivindica
el pulso geométrico del verso
que crece, se desborda, se hace inmenso
guiándome hacia un vértigo infinito
de gente que nada en un mar de gente
tan rápido que, puesto a pensar, pienso
a menudo en recuperar el rito
de salir con 2π por la tangente.







miércoles, marzo 10, 2010

El soneto matemático (por Vicente Luis Mora)

Todos sabían que la vida es irse
por qué no lo entendí no lo comprendo
pero conforme luego fui creciendo
supuse que vivir es dividirse
como el ocho en el cuatro ha de partirse
y como el cuatro en dos se va escindiendo
como la calavera que riendo
se ha ido despojando del reírse.

La vida es dividirse y yo me siento
a cada día un poco menos vivo:
si me sustraen mitades las jornadas
multiplicando restas y los vientos

prosiguen sus labores de derribo
me iré partiendo hasta quedar en nada.




lunes, marzo 08, 2010

Un millón de razones (variaciones sobre una canción de N.)

Un millón de razones van sumando
las que tengo para huir hacia tu boca,
un millón para amarte es siempre poca
cantidad de razones avanzando.

Para ir al abordaje de tus labios
un millón de razones es recato
pues besan dulcemente de rebato,
habrálos más traidores, no más sabios.

Un millón, ingeridas sin receta
las razones apuntan la salida
sin desespero ni gastando flema.
Un millón de razones en brocheta
no caben, mala sombra, en un poema
así que escribiré toda la vida.







miércoles, marzo 03, 2010

Estrella errante

Nací en Tauro esquina con Ganimedes
al norte de la eclíptica de Marte,
en una luna reservada al arte
telúrico que enluta las paredes.

Nací de una tormenta de centellas
y de un chaparrón de meteoritos,
cuenta el anciano Orión que oyó los gritos
a un siglo luz y que temió por ellas.

Nací el año astral en que la tormenta
perfecta se vistió de imperfecciones
para la ocasión, soltera y elegante,
un día plomizo entre estaciones
en el amanecer de los setenta.
Nací al amparo de una estrella errante.


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